
La semana pasada se celebró un debate histórico entre los 11 candidatos a la presidencia de la República francesa, que recibió una audiencia de más de 6 millones de telespectadores. Se esperaba que el evento pudiera reducir en cierta medida el volumen de votantes indecisos (se estima que representan cerca de un 40% de la masa de votantes) ante la revelación de los candidatos más pequeños, entre ellos Jean Luc Melanchon. El líder de la extrema izquierda francesa (y reconocido euroescéptico) se sitúa tercero en los sondeos tras el debate, añadiendo mayor incertidumbre a las elecciones.
Para la sorpresa de muchos, Marine Le Pen no fue la única que se posicionó en contra de la Unión Europea. Otros candidatos como Benoît Hamon, François Fillon, Jéan-Luc Melenchon o Nicolas Dupont-Aignan se mostraron euroescépticos, cuestionando los beneficios reales para Francia que otorga pertenecer a la Unión Europea. Emmanuel Macron fue uno de los principales defensores del proyecto común, e instaba al resto a apostar por realizar cambios en los mecanismos de la Unión formando parte de la misma.
Encuestas recientes indican que, por el momento, buena parte de los franceses (entorno al 60%) no desea salir de la Unión (ver sondaje CSA). No obstante, aun siendo conscientes de lo complejo que sería estimar el impacto de una salida por la carencia de precedentes, queremos plantear la problemática que podría suponer para Francia , a nivel económico, el recurrir al Artículo 50.
Brexit: Las comparaciones son odiosas
Muchos defensores de un hipotético “Frexit” utilizan de ejemplo al pionero Reino Unido y su “Brexit”, que se puso en marcha recientemente. Si bien es cierto que la libra se ha devaluado desde entonces (17% frente al dólar y 11% frente al euro), la economía británica ha aguantado el tirón y el FTSE100 ha alcanzado valores récord las últimas semanas (cierto es, en un contexto de inflación y devaluación favorables). Tampoco se ha visto una fuga masiva de capitales ni una reducción notoria de la inversión extranjera en su economía, como algunos vaticinaban. Por último, en el último trimestre de 2016 se registró un crecimiento del 0,7% del PIB (+0,6% sobre el trimestre anterior).
FTSE100 share price evolution. source: telegraph.co.uk
Tal panorama parece alentador para los partidarios de un Frexit. Pero es importante destacar que no es lo mismo salir de la Unión Europea con tu moneda ya estructurada, que salir del Euro y tener que reinventar tu divisa, con una economía más débil que la británica.
Deuda Externa
Uno de los mayores inconvenientes de salir del Euro tiene que ver con la deuda externa. Una re-denominación de la deuda nacional en francos supondría tener que reembolsar la deuda en una divisa distinta al €. Los acreedores extranjeros no querrán recibir el pago de su deuda en francos, y ello puede generar una cadena de impagos (default). Por no mencionar unas tasas de interés que aumentarán ante el riesgo e incertidumbre de los eventos políticos e inestabilidad.
Esto es relevante, teniendo en cuenta que cerca del 59% de la deuda francesa (2.100 billones de €) es retenida por acreedores extranjeros. En el caso del Reino Unido, no corren el mismo riesgo, dado que la mayor parte de su deuda (alrededor del 75%) recibe financiación interna por parte de bancos, seguros y otros fondos.
En el calendario de adjudicaciones de 2017 se estima una emisión de deuda pública de hasta 180 billones de €. ¿ Qué sucedería si los inversores extranjeros no están dispuestos a financiar más esa deuda? Teniendo en cuenta que el Estado cuenta con los acreedores extranjeros para financiar buena parte de esa deuda, si la entrada de capital al país se viera perjudicada tendrían serios problemas para satisfacer su balance presupuestario.
Soberanía Monetaria Ilusoria
Lograr la soberanía de tu divisa no es equivalente de ser el amo y señor del valor y de la fluctuación de la misma. Tal y como le sucediera a la libra en 1992 (ver George Soros y el BOE), un hipotético “nuevo Franco” se vería atacado por traders y fondos de inversión a medida que los mercados perdiesen confianza en una economía francesa debilitada. Por tanto, no sería descabellado hablar de una devaluación de entre el 25-35% para esta divisa, una vez el franco haya sustituido al Euro tras un referéndum a favor del Frexit. Sin lugar a dudas, el Euro a su vez también sufriría depreciación, pero no tan acentuada.
La soberanía monetaria carece de sentido si no se es financieramente sólido y no se dispone de autonomía en la financiación de los gastos públicos, como hemos visto en el punto anterior. Y si como ha dicho Le Pen en más de una ocasión, el objetivo de obtener esa soberanía se reduce a poder devaluar la moneda a su antojo, veamos por qué no sería una solución.
Devaluar NO mejora la Competitividad, la enmascara
Con el pretexto de echarle la culpa de mis problemas comerciales al vecino que dispone de una moneda más débil, afirmar que devaluar la moneda mejoraría la competitividad de la economía de mi país ante una “competencia injusta” es incorrecto.
Lo único que se consigue es alargar la esperanza de vida y abaratar costes a sectores de baja competitividad decadentes y recoger unos efectos cortoplacistas ilusorios. Significa desviar la atención de lo verdaderamente importante, es decir, incrementar la productividad, la innovación, la eficiencia, la calidad de los productos y su diferenciación (added value).
También es una herramienta que se utiliza para enmascarar el endeudamiento al desvalorizar la deuda con la inflación generada.
A todo esto, añadir que devaluar (reducir el poder adquisitivo del franco) para nada sería de ayuda a una economía que depende del exterior para obtener buena parte de sus recursos. Además, de los 10 principales partners comerciales de Francia, 7 son miembros de la Unión Europea. Ello añadiría aún más presión a su sistema de importaciones y exportaciones comerciales.
Como se aprecia en los datos recientes de su balanza comercial, esta viene siendo deficitaria desde hace tiempo (déficit de 47,9 billones de € en 2016). En el mes de enero 17, observamos un balance negativo de -7.9 billones de €. Encarecer las importaciones dispararía el IPC y como siempre, los ciudadanos acabarían pagando el precio de una decisión insensata de su gobierno.
Este tipo de manipulaciones artificiales de divisas es también una forma de proteccionismo, y el plan de gobierno planteado por “Front National” lo lleva al extremo.
Hay que comprender que una autarquía no puede funcionar en modelos de economías abiertas como lo es la francesa. Si Le Pen comienza a poner aranceles a todo producto que no tenga el sello tricolor, el resultado será precios más elevados. Teniendo en cuenta que el crecimiento de muchas empresas viene del exterior (exportaciones), son ellas las que sufrirán en guerras arancelarias con otros países (teniendo en cuenta el incremento en costes de producción).
Expectativas ficticias
En el discurso populista de Le Pen, observamos varias promesas o estimaciones que difícilmente podrán verse cumplidas si tenemos en cuenta todo lo argumentado. Entre ellas, un crecimiento del PIB del 2-2,5% hacia el final del quinquenio, un incremento notable del gasto público (no se sabe muy bien a qué será destinado) y bajar tipos de interés a empresas/hogares.
Con políticas intervencionistas y burocráticas de control de capital se crea un repelente natural para la inversión extranjera, por lo que se reduce el acceso a financiación. Si se sale del euro, la prima de riesgo se multiplica, y el coste de la deuda nacional será aún más elevado (en una economía con alto endeudamiento privado, es algo a tener en cuenta).
El plan presentado por el “Front National” no da lugar para la convivencia dentro de la Unión Europea. Pero sin duda, provocar una salida forzada e innecesaria del Euro no es para nada una buena idea para los intereses económicos de Francia, que a su vez, son los mismos de Europa.
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