El cambio tecnológico del parque de generación español que se producirá en los próximos años para cumplir con la transición energética hacia una economía baja en carbono, debe realizarse en 2030.
Es justo reconocer que la jornada está siendo un éxito rotundo, sin embargo, uno de los puntos calientes del cambio es la capacidad de Enresa – compañía encargada del desmantelamiento de las centrales y gestión de residuos radioactivos – en afrontar sus compromisos.
Hasta aquí, escuchamos hablar de la transición limpia, pero más allá de cero emisiones de CO2, hay un debate muy importante sobre las inversiones del proceso de toda esta gestión que nos proporcionará la exclusiva Enresa. Este vá ser uno de los grandes temas de debate en los próximos años, para ver quién paga por esto.
La complejidad técnica del desmantelamiento de las centrales nucleares hace indispensable que se produzca de una forma planificada, escalonada, y centralizada en una única empresa capaz de gestionar de manera eficiente los recursos técnicos, humanos y financieros.
Enresa es una entidad de carácter público que se creó en 1984, en pleno auge de la energía nuclear en España, como responsable de la gestión integral de los residuos radiactivos que se generan en cualquier punto del país, incluyendo dentro de sus competencias el desmantelamiento de las instalaciones nucleares. Enresa depende de la Administración General del Estado y las actividades que realiza están bajo supervisión del Consejo de Seguridad Nuclear – CSN.
¿Estamos preparados?
Para desarrollar sus actividades, Enresa se nutre de la tasa nuclear que pagan las eléctricas por la producción atómica y cuyo valor actual es de 6,64 euros/MWh. Ahora mismo, con esta tasa que va a un fondo no da para cubrir todo el desmantelamiento nuclear.
Los bajos rendimientos durante esta década y gastos no previstos como la paralización del Almacén Temporal Centralizado (ATC) han generado un déficit de más de 3.000 millones. Recordemos que, un ATC es un emplazamiento ubicado a pocos metros de la superficie de la tierra para almacenar los residuos de alta actividad en un mismo punto por un tiempo determinado.
En el último Plan General de Residuos Radiactivos (PGRR) aprobado en 2006, Enresa indica que el desmantelamiento y clausura de las centrales puede verse dificultado, o incluso impedido, ante la falta de capacidades de gestión del combustible gastado, siendo la situación ideal iniciar el cierre de las plantas al menos 7 años después de tener disponible un Almacén Temporal Centralizado (ATC). Lea mas sobre las fechas de cierre de las centrales nucleares aquí.
Si se quedan en 40 años, tendrían que multiplicar la tasa incluso por más de tres. Si los tipos de interés no repuntan y los rendimientos siguen a la baja, Enresa estima que la tasa tendría que subirse a casi 20 euros/MWh para cubrir el coste de todo el desmantelamiento.
Los expertos reflejan (con los datos de Enresa) que ampliar la vida de las centrales a 50 años acabaría con el problema del agujero millonario del fondo de Enresa.
Si la energía nuclear sigue en el sistema en el horizonte 2030, la vida operativa de las centrales nucleares se debería ampliar más allá de los 40 años. Para ello serán necesarias una serie de inversiones adicionales que les permitan extender la operación, tanto para realizar la indispensable reposición de equipos, mantenimiento, y puesta a puesto de los mismos, como en materia de seguridad.
En este sentido, es el CSN, órgano público encargado de la seguridad nuclear y la protección radiológica de las personas y medio ambiente, que establece las inversiones no recurrentes en seguridad de carácter obligatorio a acometer por las centrales que deseen continuar su operación.
Por tanto, los operadores de las centrales nucleares deberán realizar inversiones mínimas de entre 3 a 4 M€ en seguridad del parque nuclear, considerando llegar a una vida media de 50 años. Cabe resaltar que estas inversiones son las mínimas estimadas por los operadores.
Qué pasará…
A día de hoy y desde 2005 que se creó la tasa nuclear, los operadores de las centrales han aportado poco más de 5.000 millones de euros (4.350 millones correspondientes a la citada tasa y casi 600 millones recaudados en los peajes eléctricos, un 0,001%). Se calcula que esta cantidad debe llegar a los 14.000 millones para cubrir los costes del desmantelamiento y la gestión de residuos, incluida la construcción del Almacén Temporal Centralizado (ATC).
Según los cálculos más pesimistas, manteniendo la actual tasa de 6,64 euros y cerrando el parque a los 40 años habrían faltado en el fondo 3.000 millones de euros, lo que habría hecho necesario duplicar dicha tasa desde ahora. En estas cantidades no se incluye el coste del almacén temporal centralizado (ATC) de residuos radiactivos, que, según distintas fuentes, también forma parte del acuerdo, aunque no ha trascendido.
Sin embargo, en 2012, mediante la Ley 15/2012, de medidas fiscales para la sostenibilidad energética, se creó un nuevo impuesto, concretamente a la producción de combustible nuclear gastado y residuos radiactivos, cuyo fin era compensar las cargas que soporta de la generación nuclear y la incertidumbre ante la valoración de los costes de desmantelamiento del parque.
Lo cierto es que, lo que fuera recaudado desde 2013 hasta el momento a través de este impuesto, no se han destinado a ninguna actividad relativa a los conceptos para los que habían sido creados, sino que se ha usado para cubrir el déficit del sistema eléctrico.
Si los ingresos por el impuesto al combustible nuclear se destinasen al fin para el cual se creó, considerando las aportaciones de las empresas durante los 40 años de vida operativa y los intereses actuales y futuros, existiría un superávit del 21% sobre las necesidades estimadas por Enresa.
Adicionalmente, si las centrales continuasen operando hasta los 50 años, se prolongaría la recaudación otros 10 años, aumentando considerablemente la viabilidad del sistema de financiación actual.
Lo que es cierto, es que la sabiduría convencional siempre tiene la razón, hasta que no lo es. La cuestión es: ¿Cuándo es correcto estar en desacuerdo?
Un débil ciclo de ganancias y pérdidas para las fechas de clausuras de la nuclear sigue determinando los cambios, ¡es probable que los próximos años hacia la transición sean muy interesantes…
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