Cerramos el 2015 en un año en que el carbón cosechó un gran protagonismo en la generación eléctrica en España, llegando al 20,3% de la energía producida en la Península (sólo por detrás de la energía nuclear, 21,9%).
El motivo del protagonismo del carbón durante ese período fue la caída de la producción eólica (5,7% respecto al año anterior) y el desplome de la generación hidráulica (más de un 28% respecto al 2014). Pero el hueco dejado por la generación hidráulica podría haber sido cubierto por otra tecnología con capacidad suficiente para hacerlo: el ciclo combinado alimentado con gas natural que emite menos de la mitad de gases de efecto invernadero a la hora de producir electricidad.
Sin embargo, no fue así. El incremento en el uso del carbón en España en 2015 coincidió con el fin de los incentivos que el Estado otorgaba a las centrales térmicas para que quemaran carbón nacional y apoyaran así a la minería española. Coyuntura aprovechada por las compañías eléctricas para rentabilizar al máximo sus instalaciones.
El entorno de precios de los mercados internacionales ayudó a promover su consumo. La entrada de shale gas americano supuso el aumento de las exportaciones de su carbón hacia el continente europeo, acentuado por la ralentización del consumo de este combustible por parte de los mercados asiáticos.
Como contrapartida, una mayor generación de energía eléctrica con carbón supone un aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de nuestro mix de generación. Dicho efecto va en contra de los objetivos establecidos a nivel internacional para contener el impacto ambiental de la actividad en nuestro país.
Sin embargo, nuestra política energética pasa por cumplir con los protocolos de Kyoto y respetar los acuerdos de la COP 21 (Paris) para mantener la temperatura mundial a través de los compromisos de emitir menos gases de efecto invernadero.
España se comprometió a limitar el aumento de sus emisiones un máximo del 15 % en relación a los niveles de 1990. Pero es el país miembro que menos posibilidades tiene de cumplir lo pactado. El incremento de sus emisiones en relación a 1990 durante los últimos años ha sido constante:
El auge económico a inicios del siglo XX y una reactivación de la generación eléctrica a través del carbón, nos llevaron a superar en 2007 dicho marco en casi un 50%. A partir del 2008, dos claros factores como la profunda crisis financiera del 2008 y, la compra de casi 800 millones de euros en derechos de emisión hizo que se corrigiera la tendencia hacia el cumplimiento real de los objetivos.
El plan ejecutivo del actual Presidente, Mariano Rajoy, no establece una clara predisposición a renunciar a dicho combustible fósil. Por el momento ha sido el propio mercado el que ha incentivado su consumo a través de los mecanismos de competitividad respecto a otras fuentes de generación más limpias.
Así mismo, ya hay un horizonte claro en lo relativo a la explotación del carbón autóctono. Tal y como se estipula en el “Marco de Actuación para la minería del carbón y las cuencas mineras en el periodo 2013-2018”, se establece un periodo máximo de hasta el 31 de diciembre de 2018 para que todas aquellas unidades de producción de carbón que no resulten competitivas sin recibir ayudas se cierren.
El cumplimiento de dicho acuerdo ha sido debate de los diferentes Gobiernos por las claras implicaciones que tiene a nivel social. Lo que fue un catalizador de la Revolución Industrial en España ha supuesto una amenaza para el cambio climático y la necesidad de redefinir su hueco en el mix contra nuevas fuentes de generación eléctrica. La reconversión del sector minero de España sigue sin dar una solución satisfactoria a los casi 3.000 mineros que todavía viven de este sector.
Por lo anteriormente expuesto, el futuro del carbón sigue todavía en el aire. En resumidas cuentas:
- Por el momento, el sector minero es dependiente del Estado, recibiendo más de 25 millones de euros por tal de cubrir pérdidas que origina su producción (subvenciones, que finalizarán en 2018).
- Sigue siendo una fuente de generación eléctrica altamente competitiva y lista para cubrir el hueco térmico que va a ir proporcionando la generación renovable.
- Es la mayor fuente de energía contaminante en el planeta. Sin embargo, la inversión en investigación y desarrollo está dando sus frutos y se están desarrollando plantas con recuperación de CO2. El nuevo plan energético de EEUU establece la puesta en marcha de nuevas plantas más eficientes. La captura y confinamiento del CO2 parece ser la solución al problema, pero sigue habiendo alternativas menos problemáticas.
- El carbón nacional proporciona precios de adquisición por encima de los precios internacionales, por lo que resulta más beneficioso importar que adquirir nuestra materia prima. Ello supondrá la desaparición de la minería en España, pero seguramente no la generación eléctrica a través de quema de carbón.
Parece lógico apuntar, por todas las razones descritas, que es preciso un profundo debate sobre el sistema eléctrico español, considerando las distintas fuentes de generación, las emisiones de CO2 a que nos podemos comprometer, cuáles serán los esfuerzos a realizar para contener el crecimiento de la demanda, etc.
En cualquier caso, será preciso contar con el carbón como fuente de generación, tanto por seguridad de suministro eléctrico en un amplio esquema de condiciones de entorno, como para soportar el funcionamiento no programable de las energías renovables. La cuestión es fijar un rango de potencia necesario para garantizar la estabilidad de la red, así como otro de operación anual previsible, para minimizar en lo posible las emisiones de CO2.
Lo que está claro es que el carbón seguirá teniendo un gran protagonismo en el mundo de la energía, seguramente soportado por grandes inversiones en investigación y mitigación de su huella.
Adrian Gil | Energy Consultant
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