Parece, que la crisis de coronavirus llega a su fin o por lo menos concluye la primera parte. Pero ahora, es cuando en términos de contracción de demanda veremos realmente los efectos. Los próximos años están repletos de incertidumbres y riesgos, pero también de oportunidades dentro del sector eléctrico y ahora nos preguntamos… ¿Qué nos deparará la nueva normalidad?
Efectos en la demanda energética
Según las previsiones de la Unión Europea, se espera que la pandemia provoque una contracción sin precedentes de la actividad económica. La producción debería comenzar su recuperación con fuerza una vez que se levanten las restricciones, pero será desigual en los distintos sectores, y la pérdida de una parte de la producción no se recuperará completamente dentro del horizonte de pronóstico. Según las previsiones de la Comisión Europea se espera que, durante este año, el PIB se contraiga un 9,4% pero que se recupere un 7% en el 2021, comenzando el 2022 casi un 3% por debajo de 2019.
Según el informe de la Comisión Europea “European Economic Forecast” las perturbaciones en la economía mundial, y la débil demanda pueden impedir la normalización de la actividad industrial antes del final del año. Con el inicio del desconfinamiento la crisis sanitaria se transformará inevitablemente en una crisis financiera, lo que podría provocar los peores datos de crecimiento económico de la historia para el segundo trimestre del año, pero la mayoría de las previsiones apuntan, si se mantiene el resto de variables constantes, un fuerte repunte durante la segunda mitad del 2020 y 2021, aunque casi todas coinciden en que recuperar los niveles del 2019 no será posible hasta dentro de 2 años y medio como mínimo.
Como hemos dicho en varias ocasiones existe una relación entre el crecimiento económico y la variación de la demanda de energía en los últimos años. Por tanto, realizando una regresión, hemos estimado que la reducción de la demanda energética en el 2020 será de un 6,03 %, y que comenzará a recuperarse en el segundo trimestre del 2021. Pero recuperar los niveles del 2019 será como mínimo complicado, no solo porque la variación del PIB es un indicador procíclico adelantado de la demanda, con lo que tardaría más que el PIB en recuperarse, sino también por la intensidad energética que comenzó a caer en 2012, dado el incremento del peso de los servicios dentro del PIB después de la crisis de 2008.
El siguiente gráfico muestra cómo quedaría la demanda este año y el siguiente:
Pero un repunte en la pandemia o un incremento en la duración la misma mayor de lo que se prevé actualmente, podría causar una caída mucho mayor de PIB que el supuesto en la hipótesis de base de esta previsión y los informes de la Unión Europea ya advierten de esto. Así como también advierte de que la crisis puede provocar distorsiones en el mercado único, si se agravan las diferencias económicas entre estados miembros.
La previsión de la Unión Europea espera que se recupere, asumiendo que:
- las medidas de contención se levantarán gradualmente.
- después de estas medidas, la pandemia permanecerá bajo control.
- las medidas monetarias y fiscales sin precedentes aplicadas por los Estados Miembros y la UE son eficaces para amortiguar el impacto económico inmediato de la crisis, así como para limitar el daño permanente al tejido económico.
Por tanto, bajo estas hipótesis, el escenario trazado por la Unión Europea para no prolongar la caída del PIB más de lo necesario se ampara en un disclaimer bastante profundo, donde cualquier alteración de las variables puede dar lugar a una segunda recesión o a una caída aún mayor del PIB.
¿Recogerá el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) los efectos de la crisis económica?
Es un hecho que todas las amenazas pueden transformarse en oportunidades. Parece que en primera instancia la contracción esperada de la demanda no ha hecho mella en la solicitud de permisos de acceso de las renovables, lo cual implica, que continúa el impulso de la inversión privada, que como bien comentó Sonia Díaz en el blog “El virus que desinfló (o no) la burbuja” puede suponer una oportunidad para la transición energética.
El siguiente cuadro muestra cómo según los datos de REE a fecha 30 de abril, hay 115 GW de generación entre eólica y solar fotovoltaica con permisos de acceso esperando la conexión por parte de REE, lejos de disminuir, se incrementan las solicitudes.
El gobierno en la última revisión del plan incluyó un nuevo marco retributivo a través de subastas (para más información léase “La nueva Ley de Cambio Climático y Transición Energética” de Marta Merodio) y programas de apoyo, que intentarán evitar errores anteriormente acontecidos con la inserción de otras tecnologías.
Será un reto recoger estímulos y esfuerzos de la inversión pública y privada destinados a la transición energética. El momento delicado en el que estamos actuará como acelerador de aquellas economías que realicen de forma estratégica esta transición. La I+D+i en nuevas tecnologías, el almacenamiento, los programas de agregador de demanda y los planes y el marco regulatorio de cada país y de la Unión Europea serán esenciales para realizar la reconversión de forma satisfactoria.
Pero cuidado, las perspectivas de crecimiento de la UE prevén una contracción de la inversión para el 2020.
¿Cómo se verá afectado el balance eléctrico?
Si le quitamos a la previsión de demanda del 2020, los consumos de bombeo, el enlace peninsular y las interconexiones, utilizando para todos los saldos y consumos de 2019, nos quedaría una generación prevista para este año. Si tenemos en cuenta la contracción económica, nuestra previsión implica una disminución de demanda para el 2020 de 48.000 GWh respecto al escenario objetivo del PNIEC y de 35.000 GWh respecto al escenario tendencial, con lo cual nos surgen una serie de dudas.
Si la demanda no se recuperase hasta dentro de mínimo 2 años y medio, sería necesario adaptar los planes a las expectativas de crecimiento. Ahora la dificultad radica en cómo sacar capacidad dentro del mix de generación, puesto que si continuamos apostando por las renovables será necesario un cambio tecnológico, el problema radica ahora en calibrar las tecnologías teniendo en cuenta la contracción de la demanda y el peligro del sobredimensionamiento del sistema.
El papel del gobierno será fundamental en los próximos meses, y serán necesarias reacciones rápidas, precisas, concretas y también drásticas para no quedarnos atrás en la transición energética.
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