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Enfrentémoslo: los Humanos somos muy malos a la hora de lidiar con lo intangible. Procesamos casi integralmente en dicotomías y, con base en eso, un dolor real ahora vale mucho más que un dolor más grande en un futuro desconocido (aunque se sepa al cierto que llegará). «Un problema a la vez», decimos, y a pesar de nuestro profesado posmodernismo, los peligros y costes obvios a medio plazo se ven completamente sublimados por los problemas imperiosos del presente.
La Gestión de Riesgo consiste en equilibrar los beneficios intangibles actuales de las acciones a largo plazo con las consecuencias tangibles a corto plazo. Por lo tanto, y como no podía ser de otra forma, tendemos a ser malos gestores de riesgo y el carbón es uno de los ejemplos más obvios de ello. Todos aclaman que «El carbón llegó a su final» pero… sigue sin finalizarse.
La magnitud del rompecabezas
En diciembre pasado, la ONU celebró su 24ª Conferencia de las Partes (COP24) para abordar (de nuevo) el mismo problema: cómo hacer cumplir las medidas que sabemos que se deben tomar para limitar el calentamiento del planeta. Sin embargo, en el mismo espacio, transcurría otro evento apoyado por la administración de Trump llamado «Tecnologías Innovadoras Estimulan el Dinamismo Económico», donde demostraban lo que afirmaban ser grandes innovaciones en básicamente todas las tecnologías que generaron dicho calentamiento global.
Polonia – el país donde se llevó a cabo dicha COP para minimizar las emisiones – plantea invertir en una nueva mina de carbón este año porque, en palabras de su Viceministro de Energía: «Polonia necesita carbón y este o bien será nuestro o de fuera» y en palabras de su Ministro de Energía: «No veo que en 2050 no haya centrales eléctricas de carbón en Polonia. La vida útil de las centrales eléctricas no terminará en 2050«. Esto en un momento en que las compañías de seguros están dejando de apoyar a las empresas relacionadas con el carbón, reduciendo el apoyo que dichas inversiones requieren para poder operar.
Esto no ha impedido que el carbón térmico haya sido una de las materias primas en destaque el año pasado. El mayor consumidor de carbón del mundo – China – se enfrenta a problemas reales con el carbón y está tomando medidas importantes para superarlos (lea más aquí o aquí). Sin embargo, a pesar de la caída de las importaciones en diciembre, el ansia de China por carbón barato ha suplantado sus esfuerzos y las importaciones de carbón subieron en 2018 a su nivel más alto desde 2014.
En la dirección opuesta va India que, aunque esté reduciendo el número de centrales térmicas de carbón, no sólo aumentó sus importaciones, sino que en este caso son importaciones de carbón barato y de menor calidad proveniente de Indonesia.
A pesar de lo que digan los escépticos, el panorama es claro: el carbón debe desaparecer si queremos tener alguna oportunidad de preservar nuestros ecosistemas y nuestro modo de vida. Asimismo, aunque practiquemos esta retórica optimista sobre el fin del carbón, seguimos encerrados en esta batalla de consecuencias futuras vs. impactos presentes y, tristemente el presente tiene el futuro acorralado:
- Los combustibles fósiles siguen siendo la fuente de carga base regulable en la mayoría de los países que no pueden invertir en energía nuclear y que han alcanzado, por razones técnicas, políticas o ambientales, los límites de su capacidad hidroeléctrica
- La eliminación (¿populista?) de la energía nuclear implicará una necesidad aún más grande de combustibles fósiles a menos que haya un avance significativo en las instalaciones de almacenamiento de energía de escala nacional para apoyar las energías renovables
- Persisten las divergencias políticas en cuanto a la importancia de reducir las emisiones
- El aumento de la influencia geopolítica de los países exportadores de gas es un problema real
- Aunque este deseo resiliente por carbón barato, asociado al cierre y la desinversión en minas, haya causado que los precios suban, el carbón sigue siendo mucho más competitivo en los países productores que cualquier otra fuente de combustible
- Hay una incapacidad para hacer frente a la magnitud de las inversiones necesarias para actualizar los sistemas de generación de energía existentes
- La necesidad de implementar políticas climáticas implica una pérdida de puestos de trabajo en el sector primario de la minería del carbón que no serán absorbidos por una economía basada en las energías renovables o en el gas
- La minería y la generación de energía por carbón no es un tema uniforme, por lo tanto, los impactos en la industria del carbón no pueden ser distribuidos de manera equitativa y pueden destruir la economía de lugares específicos sin alternativas reales para las poblaciones existentes
- La industria del carbón tiene ramificaciones que van mucho más allá de la minería. Estamos hablando de cadenas de suministro completas, maquinaria, carga, transporte, almacenamiento… la lista sigue y sigue. Para muchas de las empresas que operan en estos segmentos, especialmente en los países intensivos en carbón, no existen vías de salida fáciles, lo que tiene un impacto real en la estabilidad social y económica.
El panorama europeo
El progreso de Europa en la reducción del uso de carbón térmico es gradual y desigual. La dependencia de esta materia-prima, aunque no tan alta como en otras regiones del mundo, en Europa Central y Oriental sigue siendo altísima (basta con mirar la imagen de abajo con datos de 2017), ya que sigue siendo el combustible más barato y garantiza una menor dependencia de la vecina Rusia, que no tiene pudor a la hora de utilizar el suministro de gas para promover sus intereses políticos.
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Imagen 1 – Reservas, consumo y producción de carbón en los países de la UE (2017) Fuente: BP
Alemania y Polonia juntas representan el 55 % de la producción total de carbón en la UE, por lo que la reducción del uso del carbón en estos mercados tendría un impacto significativo en el uso global del carbón en la UE. Antes en este texto ya hemos visto la posición de Polonia sobre esta materia, pero ¿y la gran Alemania?
La enorme utility alemana RWE se opone claramente a los planes de poner fin a la generación térmica a carbón hasta 2035, en parte debido a sus intereses, pero también por razones legítimas, ya que todos aplauden una mayor inversión en energías renovables, pero no en la red eléctrica (que cuesta mucho dinero, pero no impresiona mucho en las campañas políticas). Otra empresa de servicios públicos alemana – UNIPER – reaccionó de manera más suave, pero no muy diferente – proponiendo el argumento de mantener una «reserva de seguridad» de energía basada en el carbón (aunque no aclaró cómo se pagaría dicha reserva).
Sin embargo, los efectos a corto plazo no sólo afectan a las empresas, ya que el Ministro de Hacienda alemán no muestra ningún interés en pagar una compensación estatal a los operarios de centrales térmicas y ha expresado su escepticismo con respecto a otras medidas, como la reducción de los impuestos sobre la energía. Estas compensaciones se sitúan en torno a los miles de millones de euros, como en el caso de Renania del Norte-Westfalia, uno de los Estados mineros de carbón por excelencia, que exige al menos 10.000 millones de euros en apoyo estructural si se eliminan progresivamente las centrales eléctricas de carbón. El país ha prometido una fecha para la resolución sobre esta cuestión, pero sigue siendo pospuesta, siendo la última de ellas el próximo mes de febrero.
Esto no ha impedido que la UE apruebe una ley que dice que todas las minas de carbón no rentables, así como todas las que hayan recibido fondos de la UE desde 2011 y no los devuelven en su totalidad, deben cerrar a principios de 2019.
Mientras, en España
Y este es el caso de España, especialmente en las regiones de Castilla y León, Aragón y Asturias. 26 minas han cerrado en virtud de esta directiva, que afecta directamente a más de 2 000 puestos de trabajo e indirectamente a muchos más.
El Consejo de Ministros liberó más de 100 millones de euros para apoyar esta transición y, como era de esperar, la reabsorción de estos empleos no es una presunción real, ya que la mayoría de los fondos se destinan a compensar y estimular prejubilaciones, bien como a apoyar los nuevos empleos de restauración ambiental en las zonas mineras. Esto deja fuera a todas aquellas pequeñas y medianas empresas que vivían dentro del ecosistema minero, pero que no son directamente de minería, y que se quedan sin ningún tipo de apoyo.
También hay 15 centrales térmicas de carbón, que muy probablemente no son rentables en la mayoría de los casos. Sin embargo, la paradoja continúa: mientras subvencionamos los cierres de minas y destruimos puestos de trabajo en la industria de servicios, seguimos importando grandes cantidades de carbón para mantener el sistema.
El actual Gobierno de España espera aprobar en breve su Plan de Clima y Energía, que al parecer eliminará progresivamente los combustibles fósiles hasta 2050. Queda por ver qué pasará con el carbón si se cierran las centrales nucleares y qué significará para el país la creciente dependencia del gas natural del norte de África y de los Estados Unidos.
Las claves
Aunque todos deberíamos hacer nuestra parte, incluidas las consecuencias, cuando se trata de soluciones climáticas reales, no se puede conseguir nada sin Asia y, una vez más, a pesar de nuestro inherente optimismo, el pragmatismo es abrumador.
China cuenta actualmente con 126GW de energía a carbón en construcción y 76GW más, anunciados, en fase de permiso ya aprobados. India tiene 39 GW en construcción y 63 GW en proceso de aprobación. Considerando la duración de vida de estas centrales, o bien hay algunos planes para reconvertirlas a gas u otros planes, o no salen las cuentas.
Si añadimos el peso del carbón en la región (no tan conocida) del sur de Asia, en particular en Indonesia, Pakistán o Filipinas, pero también Australia, las cosas son mucho más profundas y difíciles de resolver sin que se produzcan cambios económicos serios.
Por último, si nuestro objetivo es «ser verdes», el cambio al gas natural es sólo un paso de transición. Pero muchos también quieren que se elimine la energía nuclear y, en algunos casos, incluso la hidroeléctrica. Por lo tanto, ¿es realista asumir que podemos alcanzar estas metas de manera oportuna? Uno sólo puede esperar, pero dada nuestra tendencia para apestar en Gestión de Riesgo, las probabilidades no están a su favor.
Hugo Martins | Analyst
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