
Desde el inicio de la era industrial, el consumo de energía proveniente de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) ha ido en aumento. La sociedad tal y como la conocemos hasta ahora, está basada en estas fuentes de energía, y en ellas hemos basado nuestra economía, pero la quema de dichos combustibles fósiles es la responsable de la producción de los gases de efecto invernaderos, causantes del calentamiento global. El aumento del nivel del mar, las sequías cada vez más pronunciadas, los fenómenos climatológicos extremos, son algunas de las principales consecuencias de este cambio climático.
¿COMÓ INCIDE LA PRODUCCIÓN Y EL CONSUMO DE ENERGÍA EN EL CAMBIO CLIMÁTICO?
La vida en la Tierra es posible gracias a la energía que recibimos del Sol. La atmósfera permite la entrada de rayos solares que calientan la Tierra, donde ésta, al calentarse también emite calor. Algunos gases en la atmósfera impiden que se escapen todo el calor hacía el espacio, y lo devuelven al planeta. Este fenómeno llamado efecto invernadero es, entre otras cosas, lo que permite nuestra existencia, pero, si la atmósfera retiene demasiado calor, la temperatura del planeta aumenta, provocando lo que conocemos como cambio climático.
Algunos de los factores que más influyen en el calentamiento global son el consumo y la producción de energía. A finales del siglo XIX y principios del XX, el incremento de la capacidad para la generación de energía eléctrica se ha traducido en el mejor desarrollo de las instalaciones de alumbramiento en calles, viviendas y comercios. Cambió la forma de entender los horarios laborales, pasando a trabajar día y noche, conllevando a una revolución en cuanto a la producción de bienes de todo tipo, a la vez que las acciones y maneras de producir energía tampoco se detuvieron.
La producción de energía se extendió con el refinamiento de petróleo a todos los sectores relacionados con la economía y producción de bienes. La iluminación por medio del uso de electricidad fue sólo el principio para que se desarrollaran otros tipos de energías, pero también, las diferentes formas de generación y distribución de la energía trajeron consigo el crecimiento de la industria, y con ello, el aumento continuo de emisiones de gases de efecto invernadero.
DESARROLLO ECONÓMICO>MAYOR PRODUCCIÓN DE ENERGÍA>INCREMENTO DE TEMPERATURAS
Curioso, pero la ecuación que genera un mayor crecimiento económico en cualquier zona geográfica deriva en un daño colateral que parece no tener freno. Tal y cómo se indicó en nuestro blog sobre el Acuerdo de París, éste establece un plan de acción mundial, en el que la totalidad de países integrantes del mismo se comprometen a llevar a cabo políticas medioambientales, con la intención de reducir un porcentaje concreto de emisiones de CO2. Todo ello es motivado por la intención de mantener el límite del calentamiento global por debajo de los 2°C a finales de este siglo, en cuanto a temperatura preindustrial se refiere.
Según un estudio realizado por la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia), advierte que el planeta se verá sometido a olas de calor continuas si la media de la temperatura global sobrepasa el límite establecido por el Acuerdo de París. De hecho, los investigadores del citado estudio han tachado de insuficiente la medida adoptada por Naciones Unidas.
«Con un aumento de 1,5 grados de la temperatura global, casi todas las regiones comenzarían a experimentar eventos de olas de calor cada cuatro años»
Por cada grado de calentamiento global que se sufra, se añadirían entre 14 y 28 días más de olas de calor por año. Los investigadores australianos indican que el aumento de los picos de intensidad de las olas de calor podría ser más agudo en el Mediterráneo y Asia Central, y que, a pesar de haberse reducido la intensidad de olas de calor, sus efectos en América Central y en el este de África podrían ser devastadores por el aumento de los días de calor.
La página web de tal estudio ofrece un mapa interactivo en el que nos permite ver la cantidad de días adicionales por olas de calor que sufriría cualquier país. Un aumento de 5 grados supondría para España, Portugal o Italia un aumento de 120 días:

Source: Centre of Excellence for Climate Extremes – Increase in days of heat waves, by a 5 degree increase in global temperature
“El coste de no actuar sobre el cambio climático es extremadamente alto.”
Intransigente y clara ha sido la conclusión de la Agencia Europea de Medio Ambiente sobre las consecuencias del cambio climático. Según el informe realizado por tal organismo, Europa pierde más de 12.000 millones de euros al año por desastres relacionados con el clima, siendo España el quinto país con más pérdidas. Aproximadamente el 40% de este coste proviene de inundaciones, seguidas por tormentas con un 25%, sequías y olas de calor con un 10% y 5% respectivamente.
¿QUÉ ESTÁ HACIENDO EUROPA PARA CORREGIR LA SITUACIÓN?
El viejo continente fue pionero al implantar un mercado en el que se comercia las emisiones de dióxido de carbono (el principal gas de efecto invernadero) en el año 2005. El Regímen de Comercio de Derechos de Emisión (ETS) cubre aproximadamente el 45% de la totalidad de CO2 que genera la actividad humana en Europa. Dicho mercado está formado por 31 países, de los cuales participan los 28 integrantes de la Unión Europa, Islandia, Liechtenstein y Noruega. Además de dichos países este mercado está constituido por 11.000 centrales energéticas y grandes instalaciones industriales que pertenecen a unas 5.000 empresas.
El incentivo de esta propuesta era que, dado un precio relativamente alto por cada tonelada de CO2 que se emite (según fuentes de información, entre los 25 – 30 €/ton.), se desincentivaría la propuesta de emplear carbón, adoptándose otras tecnologías más eficientes. La realidad ha sido mucho más barata de lo que se pretendía. En los último dos años, el precio máximo alcanzado de los derechos de emisión no sobrepasó los 9 €/ton. Un mercado totalmente sobreofertado que se acentuó por la crisis financiera mundial de 2008, la cual azotó a la actividad industrial, y con ello aún más la caída en la demanda de derechos de emisión.
Desde Europa, se está tratando de tomar medidas para corregir la situación. La Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo propuso el pasado mes de diciembre la reducción de los derechos de emsión a un ritmo anual del 2,4%, aunque la Eurocámara apoyó que se redujese a un ritmo del 2,2%, desde 2021, en lugar del 1,74% que había anteriormente.
Por otro lado, hay países europeos como Francia, que hacen especial hincapié en su preocupación sobre la transición energética y proponen un valor suelo en el precio de los derechos de emisión, y de tal modo forzar la descarbonización. Alemania, el país con mayor emisiones de gases invernadero en Europa, con una dependencia del 40% en su mix energético por el carbón, sigue sin ver con buenos ojos la propuesta del ministro galo pues, según estudios realizados por la consultora Pöyry, un precio suelo de 30 €/ton en los derechos de emisión podría suponer un incremento de 15 €/MWh en el precio de la electricidad alemana, a la vez que sufriría un impacto negativo en la competitividad de la indrustria orientada a la exportación alemana.
La caída en los votos recibidos de la Canciller alemana (necesita un pacto de coalición), Angela Merkel, unido a los 67 escaños que ocupa el partido verde, puede llevar a cambios en la política energética alemana de índole renovable. Mientras tanto, otros países como Dinamarca siguen apostando por modelos totalmente renovables que les permitan cubrir la totalidad de su demanda. A día de hoy, las energías limpias cubren el 56% de su mix energético que, según esperan, estiman que para 2025 lleguen al 90%.
Parece imposible pensar a día de hoy que la descarbonización se pueda llegar a conseguir al 100%. Existen medidas e impulsos por parte de países para tratar de conseguir un mundo más limpio en el que la utilización de combustibles fósiles sea mínima. Ahora bien, siguen habiendo dudas, o desconfianza, sobre la existencia de un futuro 100% verde, sin tener en mente el concepto de almacenamiento de energía, ya que, por necesidad de satisfacción de la demanda, siempre se va a recurrir a fuentes de generación que no depende de las condiciones climatológicas si no puedes disponer de ellas en ese momento. Sigue existiendo la nuclear, que países como Francia esperan deshacerse de su dependencia (actualmente el 75% de su mix energético), pero su gran coste de desmantelamiento le impide llevarlo a cabo de forma inminente. Como se diría de un modo coloquial “cada uno tiene lo suyo”, pero lo que sí está claro, es que el cambio climático nos engloba a todos, y eso, es tarea común.
Adrián Gil | Energy Consultant
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