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El próximo día 20 de enero, Donald Trump se convertirá oficialmente en el nuevo presidente de los Estados Unidos. Son todavía muchas las incógnitas acerca de sus planes de gobierno. Entre ellos, se encuentran los relativos a la política energética y medioambiental.
Si bien es cierto que el plan del futuro gobierno mantiene todavía mucha incertidumbre sobre cómo se va a proceder en los primeros meses de mandato, recientemente se han dado algunas pistas de cuáles pueden ser sus primeras medidas. Oyendo las declaraciones de Trump, destaca la afirmación acerca de replantearse la participación de EEUU en los grandes Acuerdos de Libre Comercio. Así, ha confirmado ya la salida del Tratado Trans Pacífico (TPP), que considera “un potencial desastre” y replanteará su postura respecto al Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), en palabras suyas, “el peor acuerdo comercial de la historia” y al Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión con Europa o más conocido como Tansatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), en palabras de Trump “un acuerdo enorme que nadie entiende”. Todo parece indicar que este último pasará a la historia o al menos se paralizará hasta nuevo aviso. La opinión dentro de la UE es clara: Donald Trump romperá con las negociaciones del TTIP, iniciadas en 2013.
Pero, ¿Qué puede implicar la ruptura de este acuerdo comercial entre EEUU y la UE para el sector energético?
El TTIP es un acuerdo comercial entre dos bloques económicos consolidados, que representan aproximadamente el 40% del PIB mundial y casi 1/3 de los flujos comerciales. Además, la UE es el mercado que más invierte en EEUU y es su segundo proveedor mundial de bienes (por detrás de China). Por su parte, para EEUU, la UE es el segundo destino de sus exportaciones de bienes (después de Canadá) y el primero para sus exportaciones de servicios. El PIB per cápita de cada bloque es comparable y sus parámetros sociales y medioambientales, con algunas diferencias, se aproximan mucho más a los que resultarían de la comparativa entre otras regiones del mundo. Por tanto, el TTIP significa un acuerdo internacional de comercio sin precedentes. Es un Tratado que sin duda beneficiaría no solo a la competitividad de las regiones sino a la seguridad de suministro energético e incluso a la sostenibilidad medioambiental en Europa. Tras la salida de Obama de la Casa Blanca, parece ser que todo esto quedará en nada.
El comercio de commodities energéticas entre EEUU y Europa ha sido tradicionalmente limitado. Según el BP Statistical Review 2016, en 2015 Europa importó 465.000 barriles diarios de petróleo de EEUU (sobre un total de importación de alrededor de 13,6 mbd), mientras que la exportación de Europa a EEUU fue de 716.000 barriles diarios. Por otro lado, el 18% de las necesidades de carbón de la UE proviene de EEUU.
Tanto para el caso del petróleo como para el del carbón, el comercio obedece a diferentes reglas según hablemos de EEUU o Europa y es probable que el fin del TTIP tenga impactos limitados en los flujos comerciales de dichos combustibles fósiles.
Sin embargo, donde la ruptura del TTIP sí podría tener un efecto importante, es decir, una gran pérdida de oportunidad, es en lo que respecta al mercado de gas natural licuado (GNL).
En líneas generales, la parada en seco de las negociaciones comerciales entre la UE y EEUU hará perder oportunidades respecto a:
- Una mayor explotación comercial de las commodities energéticas entre ambas regiones.
- Limitar el avance en el desarrollo del comercio de GNL, impidiendo aumentar la seguridad de suministro y suavizar la eterna dependencia con Rusia por parte de Europa.
- Puede dificultar el cumplimiento de los objetivos medioambientales, sobre todo para la UE. La menor entrada de GNL desde EEUU podría aumentar la todavía gran dependencia del carbón en la generación eléctrica del viejo continente.
Impacto sobre el mercado de GNL
Los mercados de gas natural entre ambas regiones actúan de manera independiente, el hub de referencia en EEUU, Henry Hub, por un lado y los diferentes hubs europeos, por otro, marcan precios distintos. Sin embargo, en los últimos años, Estados Unidos ha sido testigo de una revolución en su industria gasista (shale gas) con una importante proliferación de proyectos de licuefacción para la exportación de este hidrocarburo. De esta manera, el país norteamericano se ha situado entre los que cuentan con una mayor proyección en la exportación de GNL y se espera que en el medio plazo se sitúe entre los primeros exportadores del mundo, junto a Australia. De hecho, hacia 2020, se espera que el 90% de la nueva capacidad de exportación de GNL corresponda a estos dos países.
Gracias a esta evolución del mercado gasista, el GNL puede hacer que el mercado de esta commodity energética se convierta en un mercado mundial a largo plazo, como lo es el del petróleo actualmente.
En este sentido, Europa es sin duda, un mercado atractivo para que EEUU pueda colocar su exceso de producción de forma competitiva. Cabe recordar que, junto a su gran volumen, EEUU utiliza técnicas de extracción muy avanzadas que permiten que sus precios gasistas, costes de transporte incluidos, puedan competir en el mercado europeo. Para tener una idea, en los últimos diez años, el precio del gas natural en EEUU se ha reducido un 80% (de 15$/MMBTU a situarse en torno a los 3$/MMBTU).
Sin embargo, actualmente exportar GNL desde el país americano implica un pesado proceso burocrático de licencias. Concretamente, la exportación de GNL desde EEUU requiere de dos documentos: 1) autorización de exportación por parte del Departamento de Energía (DOE), certificando que el flujo comercial no sea contrario a los intereses de EEUU. Esto se aplica a los países que no tengan precisamente un Tratado de Libre Comercio con el país americano. 2) Autorización emitida por parte de la Federal Energy Regulation Commission (FERC) que incluye un estudio de impacto medioambiental y el permiso de construcción.
Está claro que la eliminación de estas barreras regulatorias a la exportación del gas de EEUU, a través de la firma del TTIP, ayudaría a que el volumen de llegada a Europa se incremente, compensando hasta cierto punto caídas en la producción europea, como es el caso del yacimiento de Groningen, Holanda. Pero, además, el aumento de importaciones en la UE ayudaría a mejorar los precios, haciendo del gas una commodity más competitiva. Por último, esta entrada de GNL otorgaría una mayor seguridad de suministro al continente, diversificando sus fuentes de abastecimiento y disminuyendo su dependencia de Rusia, tema que está muy presente en la agenda de política energética europea, tras la crisis entre Rusia y Ucrania.
Política Medioambiental
En materia medioambiental también se perderán oportunidades con el fin del TTIP. Por el lado europeo, es evidente que una mayor entrada de gas natural en forma de precios competitivos desplazaría el uso de carbón para generar electricidad. Desde el punto de vista de las emisiones de CO2, este escenario ayudaría sin duda a cumplir con su reducción y a satisfacer los objetivos marcados a nivel europeo.
En cuanto a EEUU, la abundancia de gas como consecuencia de la revolución del fracking, impediría que, a pesar de una gran salida de gas hacia Europa, este sea sustituido carbón. Ante una mayor demanda doméstica, EEUU simplemente seguirá abasteciéndose de una fuente de gas abundante. Por tanto, su exportación no influiría en el precio debido a la gran oferta de gas existente en el país. Se debe tener claro que actualmente el gas de EEUU es abundante y barato y es así como se va a mantener a medio plazo. Por ello, la sustitución de gas por carbón para generar electricidad es poco probable que suceda.
Oportunidades perdidas
Con la ruptura en las negociaciones del TTIP se pierden importantes oportunidades en materia energética entre dos de los principales bloques económicos mundiales. Las commodities energéticas, especialmente el GNL, no serán debidamente aprovechadas sin una regulación más flexible y la UE perderá una oportunidad de fortalecer su seguridad de suministro, punto clave en la política energética del continente.
Como se ha mencionado antes, también se pierden oportunidades respecto a medidas medioambientales, ya que el mayor protagonismo del gas implica, para ambas regiones, un menor uso del carbón y, por tanto, reducción de emisiones de CO2. Esto ayudaría a ir cumpliendo los objetivos para mitigar el calentamiento global.
En los próximos meses podremos ver si la paralización del Acuerdo Comercial entre EEUU y Europa (TTIP) es total o parcial. Es responsabilidad de la administración norteamericana analizar en detalle las implicaciones de este Acuerdo, analizando debidamente las grandes ventajas que podría generar. De concretarse la ruptura del Acuerdo, Europa quedará tocada.
Enrique Battistini | Energy Consultant
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